
La noche con su manto interminable manchado de luces celestiales cubría la Isla cuando ella abandonó el muelle de madera y bajo al puerto para dirigirse a las calles de arena llenas de ruido, de pláticas y música, de gente sonriente de piel bronceada con olor a coco y sal que le recordaban tanto a su patria. Sonrió a los amigos cuando los encontró apostados en ese bar con sus barandales de madera donde una caja de conchas e hilo aguardaba por ellos, para hilvanar historias que atragantarían a ratos con vino y risas.
Aun permanecía la noche cuando ella y su pensamiento se despidieron para irse a descansar a su soledad. El calor y la humedad se sentían en esa oscuridad, haciendo brotar una gota de sudor que rodo entre sus enormes pechos quemándola. La locura le empujo el ánimo y caminó hasta llegar donde habitaba la frescura. En medio de la inmensidad del manto de estrellas que en el horizonte besaban las olas, se sintió sola. El silencio se rompió con una voz que le dijo:
-Viniste-
Sin dejar de mirar al frente sintió el calor de un cuerpo junto a ella.
-¿Dónde termina el mar?- preguntó ella.
-El mar es infinito como algunos besos, como una caricia, como algunos amores, como el recuerdo de una noche mágica que desaparece el miedo- le respondió.
En ese momento ella sintió unos brazos atraerla hacia ese cuerpo de hombre de color bronce. Los labios entreabiertos del recién llegado recibieron sus labios ansiosos. Se entregaron a un beso que luego se extendió a toda la piel, que se metió a cada rincón de sus cuerpos allanando con la lengua. Se olieron, se aspiraron como reconociendo sus almas. Se amaron una noche hasta que el cansancio fue el triunfador de esa batalla entre sus cuerpos color bronce y porcelana, solo entonces durmieron abrazados. El canto de una sirena los despertó, y fueron testigos del cortejo de la luna que se marcha y el sol que llega. Se levantaron y el silencio fue el adiós.
Los rayos del sol entrando en el ventanal del piso, hicieron que una joven abriera los ojos a la quietud de su cuarto y su alma. Se levantó a contemplar el mar desde el alto ventanal mirando partir rumbo al norte un buque con un mascaron de proa en color bronce.
Una caracola inerte en el suelo fue tomada por las manos de la joven que no quiso escucharla, dejándola en la mesa de centro. Sentada frente a su taza de café vio partir un buque con un mascaron en la proa de una figura femenina en color porcelana, con un vestido vaporoso con su pelo negro, lacio al viento y recordó la noche anterior donde en un sueño color azul turquesa llegaba a una isla y una caracola en la playa la esperaba para contarle las historias de las noches mágicas ,historias que arrastran las olas depositándolas en las caracolas, esos sueños que están reservadas para las almas que el destino elige.
Noches que reviven utopías que mueren por la cobardía y son sepultadas por la rutina. Noches eternas de almas viejas, de otras vidas que hoy viajan al frente de los buques, surcando las olas, buscando sus amores del pasado.
En medio de la mesa de centro, una caracola de labios entreabiertos, ansiaba contar sus secretos. Ella, una mujer de manos cálidas la tomó cuidadosamente poniéndola en el oído. La caracola emitió un suspiro que parecía competir con el sonido de las olas que rompían a los pies del alto ventanal que daba acceso al aire que se enredaba en la negra y lacia cabellera de la chica. El viento recio hizo que la joven se acurrucara en el sillón de madera para escuchar los secretos que la caracola guardaba en su rígido cuerpo, unos susurros que la arrullaron otra vez hasta un sueño azul turquesa.
A lo lejos un buque aun dejaba oír su sirena, con la figura de un hombre de mar como protector, iba surcando las olas del mar con esa figura recia, de cejas pobladas, brazos fuertes que miraba al frente se despedía de la isla.
Sobre el autor:
Ana Wendy Perera Franco
Su complicidad con las letras, comenzó en forma inesperada como parte de sus juegos de infancia. En la actualidad escribe reseñas y reportajes en una Revista , ha tomado dos talleres de creación literaria ,inicia su recorrido en el camino de las letras.
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