
Continuando con la muestra de poesía Chilena que prepara Claudia Isabel Vila Molina presentamos una muestra del poeta chileno Alberto Cecereu (Valparaíso, 1986)
Del libro “Los Exaltados” (Ediciones Altazor, Chile, 2016)
El país limítrofe
En Chile sus habitantes no ahorran porque piensan que el fin del mundo está cerca. Por eso, cuando hay fin de semanas largos, los supermercados se repletan como si la gente buscara el oxígeno, y ves ahí, el desfile hacia el escape.
En este país donde los Santos parecen guardianes de los pecadores y los insensatos, abundan los volcanes que explotan, los extraterrestres que gobiernan, los terremotos siderales, las boletas ideológicamente falsas, los maremotos morados y los psiquiátricos dentro de escuelas y colegios.
Este el país que limita con todo, menos con la cordura, porque adoramos a los opresores y nos quedamos gimiendo en los rincones de las casas pidiendo la salvación de nuestro señor, corriendo la maratón a rodillas a algún templo sagrado de los tantos lugares que han asesinado la imaginación.
Es recurrente imaginar a Chile como el fin del mundo, asunto curioso, porque en verdad en esta tierra se origina todo: el basural más inmenso de ordenadores sobre ordenadores con la coronación de los esquizofrénicos gritando encima de ellos, legitimando así, la dictadura de los pabellones de las casas de tortura. El origen es el dolor y el fin es el dolor. No constatas otra cosa que eso. Porque da lo mismo la belleza de los pantanos, la magnanimidad de sus cordilleras, la discreción del desierto, la orgía de las uvas, aunque sea este la copia feliz del Edén.
La persistente
te pusiste a leer diez mil libros en el borde de la campana de fierro
que yacía ahí en el campo de los pájaros que abordan la luz como el secreto del vuelo
dos veces leíste un mismo verso de ese poeta subversivo que se esconde en una antología
secreta que aborda los segundos de la eternidad hindú
todo eso era el reflejo
la aliteración
de tu belleza casi eterna casi perpetua
si no fuera por el canto de los elefantes
que son más antiguos que quienes te concibieron
de seguro: el pensamiento y el diseño de la sucesión permanente de la perfección verdosa
que se esconde en tus ojos
de los ojos reventados de canto y más canto
de escaleras sobre escaleras
como esa de mármol que llevan al olimpo de las putidoncellas
del paraíso de un púber turco en el barrio latino de París
o el escenario gris de los mimos y payasos de Hamburgo en las noches largas del invierno
o tal vez
el Valparaíso de los placeres que aparece emergiendo en el origen del mundo
diez mil libros te quedaste leyendo
un millón de imágenes en el transcurso de tu aliento
de los idiomas africanos del origen de la evolución del comienzo de la partida
del humano ahí en un palpitar genital
ese que te enseñamos algunos – los pervertidos – en los espectáculos
en los simposios romanos
dibujando la moral del futuro para tratar de crear el mundo de los cómicos
pero no
persistes en quedarte burbujeante ahí en el salón de espejos
enseñando soberbia: el nacimiento: exhalación: éxtasis.
Los pensamientos de Mark
Mark Willoghby tuvo la oportunidad de haberse detenido
en el escenario de los libros y los papelillos
que sirven de ornamentación a la casa
sin embargo
optó por la orgía de las cremosas
esa que inventaron la penetración de los aceros
como excusa para crear el vacío
Por eso Mark Willoghby
se sentaba todos los días a leer el diario
escuchaba Hendrix y se drogaba con los sueños de los idiotas
esperando la llegada de las escorts
mientras creía que se originaba una oportunidad para
determinar el fin del mundo
ya que daba lo mismo las eternidades
Es más, “las eternidades son un invento”, decía
mientras veía la danza de la colorina, esa que tenía los pezones
apuntando al séptimo infierno de Belcebú
creando la arquitectura de la violencia
arriba de los cuerpos
que nada importan sino la música de un piano
levitando encima de una escalera
Del libro inédito “El Delirio”
13
gorda morena mujer metálica monstruosa de la cocina
experta en crear marraquetas con manjar
para endulzar los viajes transdimensionales
de las fantasías planetarias
el baile extraño de las comisarías de tus abrazos en clave secreta
casi sin medida
con tal de llevarme por los aires como un cometa en medio de la pradera
para sentir el calor del sol quemando mi cuerpo vendido
y ver el mundo desde lejos con la musiquita de Yuri la mexicana
que me cantabas al oído para adelantarme la muerte lenta
con tal de disecarme el corazón y devorártelo sin piedad
como si yo fuera un postre y el postre de tu boca
por los confines de la lavadora y la logia amarillenta
la armonía de las plantas
el silbido de la tetera hirviendo
hacías que existías haciendo nacer el verbo y el verbo se hizo carne
y las tazas de vidrio verde que se quebraban y se quebraban
como se quiebran las supernovas en el firmamento de los planetas
como el amor del mundo entero
y el amor de todos los pretéritos de las miradas y de tu mirada
el manjar era tu murmullo
el manjar era el manjar de tu vagina como tu murmullo
tus palabritas muertas en mi oído
prometiendo el mejor de los paraísos si yo moría como se mueren los animales
16
soñé con todos los desaparecidos naciendo desde los terremotos
de Chile
al igual que un remolino de rebeliones
dibujando los edificios
esos altos bien altos
como crucifijos postmodernos que hablan solos
al igual que una maratón de incrédulos
una y otra vez nacían los desaparecidos
y formaban una aliteración de versos
que retumbaban en los barrios de las ciudades
como señales de radio extraterrestres que provienen de las galaxias enanas
definidas alguna vez por las manos de los dioses
los mismos que decidieron abandonarnos
a cambio de un banquete de sexo
soñé que todo el país jugaba al borde de los volcanes
y nos tirábamos a volar hacia el centro de la tierra
para buscar la definición de la belleza
veíamos el festival de los inventados duendes de colores
o los pudúes infrarrojos
o los pájaros del wallmapu
que dibujaban grafitis en las paredes de esos volcanes
y esos volcanes proclamaban discursos de opresión
que eran aplaudidos por la maratón de los incrédulos
pero volábamos
volábamos hacia dentro
hacia el fin del centro de la tierra
hacia el inicio de los sueños
ahí donde nace el rumor de tu existencia
para crear algo un atisbo que sea
un dibujo en la arena del desierto florido
a partir de la aliteración de los insectos:
el amor de los necrófilos: el manjar de los desaparecidores
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