
(Foto: Hernán Andia)
Compartimos un poema del escritor boliviano Eduardo Mitre, “La razón ardiente”, el cual tiene un lugar esencial en su producción poética. Eduardo Mitre nació en Oruro, en 1943. Es Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española. Ha publicado los libros: Morada (1975),Ferviente humo (1976), Mirabilia (1979), Desde tu cuerpo (1984), La luz del regreso(1990), Líneas de otoño (1993) y Camino de cualquier parte (1998). El paraguas de Manhattan (2005), Vitrales de la memoria (2008), Al paso del instante (2009), entre otros. Fue colaborador de la revista Vuelta y actualmente lo es de Letras Libres y Cuadernos Hispanoamericanos.
La razón ardiente
a Nazri
O seleil c’est la temps de la Raison ardente
Apollinaire
París, invierno de 1980
Queridos pájaros ausentes
Barrios de nieve Pinos
Pacientemente sentados
Desde la penumbra de un cuarto
A la luz de la lámpara Solitaria
Como la Khiswara en el Altiplano
Inclinado sobre la página
El vertiginoso pasado
La infancia apenas un eco
Un silbido lejano Un río
De rostros distantes
O muertos La patria:
Un río de nombres ensangrentados
No héroes ni hermanos:
Corderos sacrificados
Al buche de topos feroces
Renacerán con su pueblo
(¿Cuándo?) Cae la nieve
Nieva silencio
Así ha de nevar ¿Ya está nevando?
También el olvido
No escribo para abolirlo
Para nosotros escribo
Elizabeth Peterson:
Nunca tendremos un hijo
En tu vientre hermoso La cicatriz
Brillaba como un castigo
Y éramos inocentes
Éramos dichosos
Ahora mismo recuerdo cómo
Del bosque dormido del diccionario
Una mañana de pronto
Tus labios finos me regalaron
Una palabra: Mirabilia
Las cosas no son un misterio
Son un obsequio Vivir
Prodigio de nuestros muertos
Elizabeth Peterson Al separarnos
No me fui solo: me fui contigo
En mi país ya era otro Mirando
El alba entraba a cuchillazos
En el cerro de Urkupiña
Sudor y plegaria Golpeaban
La roca de la injusticia
No se quebró para los pobres
(¿Se quebrará algún día?)
Armadas de su hambre
Cuatro mujeres Estrellas matutinas
Rompieron la noche de siete años
Nos abrieron el camino
Y no supimos caminarlo
¿O no pudimos? 17 de julio
Bajo un cielo purísimo
Envueltos en el impío
Polvo de la codicia
Llegaron los tenebrosos
Y un árbol joven que cae
El sacrificio Del que dijo verdades
Y un pecho unánime el numeroso
De los que nunca dijeron nada
Recuerdo: El miedo royendo las casas
Avergonzada de su cuerpo
El alma No sabía dónde esconderlo
Cuerpos almas
Profanados por la saña
El resentimiento
Familias arrojadas
A las playas del exilio
Las únicas que siempre tuvimos
Nos falta Mar Interior
Queremos ídolos
Ignorar que somos divinos
Nuestro pecado mayor
Sopla el tiempo Brota el sol
La primera paloma: Primavera
Pinos gloriosamente sentados
Por la escalera en caracol Bajas cantando
No hay más ascensión que hacia la tierra
Contigo baja la luz tintinea En la tetera
Por calles y plazas nos lleva
Moviendo piernas brazos caras
¿La muy traviesa titiritera?
A orillas del río se acuesta
A tu lado Un viento adolescente
A punto de urdir pájaros
Se detiene Pasa
Un verso de Heráclito:
Nombre del arco: Vida
Obra del arco: muerte
El viento recomienza Faldas risas de mujeres
Se desvanecen Todo es tránsito
Como el Sena y el Choqueyapu
La luz se va lentamente
En tus ojos recojo sus agonías
Sus éxtasis Allá es mediodía
Estarán poniendo la mesa
Y comerán solitarios Con ellos estamos
Pese a la ausencia Verde Una luciérnaga:
Rosario de ocasos y amaneceres La noche entra
Enciende astros y sexos
Los muertos se siguen muriendo
¿No hay sentido sólo término?
?No hay pregunta bien hecha?
La vida es un entierro
Y una fiesta Orfeo orfeón orfebre
Canta goza bebe
La copa la copla la cópula del universo
París, primavera de 1981
(Nota de lectura: el poema originalmente está compuesto a partir de la teoría del verso proyectivo de Charles Olson, por lo que las separaciones espaciales marcan el sitio en donde el verso se tendría que diseccionar hacia la siguiente línea).
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