
ESTEPACIOS
La bandera raída entona
una llamada de socorro
en un lenguaje descifrable solo por el futuro.
Su golpe metálico,
tartamudo y fúnebre
ocurre
en horas sin manija.
Una bandera náufraga:
mástil en tierra.
Un palomar sin previa
flor
se ha abierto en medio de la estepa.
Nicho de nichos,
el tiempo craquela sin aura
sus viejos apellidos, sus manos como paredes.
De aquellos polvos
barro que vuelve al barro.
La puerta no puede desvencijarse más. Es la prueba
de la sumisión al viento. Pero las casas
se prestan el color raído
para que dure más su resistencia.
Hay cientos de casas abandonadas
en todos
los renglones de la historia pero estas
no temen parecerse al suelo que las dio a luz.
Permanecen recordando a los antepasados
con mirada canina:
la puerta no es la puerta sino quien encorvado la abría.
Javier Helgueta Manso
Madrid en 1988. No le gusta leer hasta los 13 años, tiempo en que descubre, con Tolkien, la posibilidad de habitar otros mundos y vivir otras vidas. Bécquer, Cervantes, Larra o Machado encarrilarán su vocación hacia la filología. Se licencia en Filología Hispánica por la Universidad de Alcalá y en Teoría de la Literatura por la Universidad Complutense, con premio extraordinario en ambos casos. Saca un Máster en la Universidad de Salamanca y vuelve a Alcalá de Henares para doctorarse con una tesis sobre la relación entre la poesía y el silencio.
Su actividad literaria como creador es mínima: un par de concursos menores ganados y otros dos o tres perdidos, un par de recitales en Salamanca y otro par de poemas publicados en revistas pequeñas. En ocasiones le vence la incertidumbre ante su poesía y su concepción de que toda obra es un objeto inconcluso, y en otras ocasiones le puede la supervivencia o la ilusión de una literatura como preservación de la memoria. De este modo, y mientras lee a Blaga, Celan, Hölderlin, Mujica o Valente, su triste vida literaria deambula entre dos posibles traiciones: a su original vocación poética o a su actual irremediable destino de ágrafo.
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