
Nuestro editor Internacional Jorge Contreras Herrera director del prestigioso Festival Internacional de Poesía José Maria Heredia en toluca preparara previo a este magnánimo evento de la literatura un Dossier especial con los poetas que formarán parte de este festival a manera de presentación. A continuación presentamos una muestra del poeta Thiago Ponce de Moraes (Brasil)
La belleza que tienes, no la que das,
roza la eternidad en mis ojos.
Bajo los árboles, de la sombra que la naturaleza concede,
siento tus dedos leves reposar en mi nuca.
Tus labios breves, —tu piel—
dispersa mi voz: instantes de la tarde.
Sobre mi pecho echada lanzas, tu sombra, tu cabello,
la belleza que tienes: es efímera y me basta.
Mi ojo se abre como herida,
abre como tu boca incierta,
puerto íntimo en tu frente.
Se abre en faltas y lágrimas,
se abre en rasguño, llaga imposible,
se abre de tu cicatriz, como un libro,
se abre como tus piernas
que me apartan inconsútil
hasta que prematuramente me acerco y quedo ciego
en mi último deseo
para tu fuente que al darse
me sorbe por completo,
que me sutura vivo
de la noche hasta el amanecer.
ANDRÓMEDA
No hay razón.
Hay, cuando mucho, estrellas, nostalgias.
Abres un libro. Cuántas constelaciones te rechazan.
Con tus cabellos de oro deseas que esta sea
la morada que procuras,
la palabra que exista pero se escurre entre las manos.
Tienes apenas un destello ciego
para que vengan. Guardas cualquier recuerdo hecho color,
aunque muerto,
y la sigues con el fuego fátuo de tu voz.
Ni las más brillantes estrellas, ni las más voraces
nostalgias: todo falta —Amor/Tiempo.
Quedan tus cabellos de ceniza con que te inclinas
sobre la vida volteando el rostro al cielo.
CUANDO DUERMES, precaria como el día,
señalada por la densa luz,
cargas un peso solamente tuyo.
Cuando, al margen de cualquier figura
(como esta en que, remota, finges)
sigues despreocupada en tu sueño,
en algún lugar preguntan por ti.
Cuando pendes ebúrnea, silenciosa,
ebria —un momento antes del gesto
límpido de un pájaro que ignoras—,
tranquilamente retornas al día.
Y ningún viento sopla en tu pecho,
ningún sueño o cincel osa tallar
el mínimo detalle en que despiertas.
Explicación
Amor…
Desisto.
Fin de jornada (finis operae)
Estar en descanso. Picotear el piano
al que corté las cuerdas. Percibes
que lo trágico es
insostenible.
.
Estar descansado. Nada,
nada recuerda;
izas.
Rayo origen,
Cielo robusto de luz
contráctil.
Verla nacer, tocarle acaso las manos,
los pulsos de nostalgia ilegible. Entonces,
vívela con todo, sin prisa, sin gusto,
sin cartografia que nombre su rostro,
sin siquiera pensarla. Finalmente callado
como un sueño antiguo al fondo del alma:
Estrelas a lo lejos de este paisaje ruinoso,
esta pantalla enseñará lo que falta y lo que siente.
En los gestos de la vía, sin principio ni ocaso,
no tenerla nunca y sin embargo, verla allá.
Ígneo
Desde lo alto del día por donde alguna luz se difunde,
sombras de mayo retumban frente a la tarde.
El cerezo atrae con sus flores —
trémulo y vacilante sobre cantos que el solsticio embaraza.
Embaraza cierta oblicuidad sonora
Ceres en la simiente. Ceres que haces crecer con palabras.
Dices paisajes cinabrio; partes de la tarde.
Y,
ebria de sueño, fundas tu nombre.
Todavía
La eternidad. Las palabras sin sombra,
los nombres duermen, balbucean la pronunciación en tu boca.
Tus cabellos y tu, enrtregados al devaneo, sueltos
como hojas de un arbol cayendo en el olvido.
En la raíz del día, abajo, en el éter de la nostalgia,
en los muros silenciosos de la ciudad en que sueñas
—interrumpida.
Caligrafía
No imaginas lenguaje alguno —
y la mañana rompe como una herida en tus labios.
Tu boca se abre, apenas una palabra sangra
mientras que pasa el día.
Sépalo: en casa del olvido ahondas
hojas en el piso y sombras del follaje de los árboles
se extienden por donde camino. La noche
no precisa de estre—
llas. Tus hojas surcan la arena,
una palabra aún tiene
luz:
nada está perdido.
Radio
El día por el que Leteo cruza es este poema. El blanco
duerme en cada rayo del amanecer.
La muerte, que termina sin aviso, sólo llega, vastos sentidos.
Sea: breve ni la vida, o solamente
si tarda un poco, tarde.
Rayas.
Todo tiene sentido y hay
conclusión para el mundo, mas sin razón tu memoria fluye
en lo oscuro y se te escapa.
Todo es vasto y hace sentido o
no: tu cuerpo entero desde entonces contorsiona: hace, torso, sentido.
Perenne el río, el lastre, los trazos colosales del sol en el ocaso, duermes.
Solemne, claro, claras, por tus márgenes intransitables
piedras, lápidas: otra imagen y la misma.
Sus horas
Sin motivo, diosas,
en el gran espacio vacío —
Artemisa, Atenas, Héstia—,
en el gran barullo del mundo,
álamos, años,
liras de cada cielo en que soplan sus cantos,
llamas, ríos de su infância, metáforas sin calidad.
Después, esta opresión por la soledad del lenguaje.
Sin diosas ni colores, sueñas a deshoras,
anocheces como quien ama todo aquello que ama
y de tu ser nunca consciente arrancas,
hacia fuera del reino antiguo de tus matices,
murallas de antaño que no reconoces,
memorias, versos, cuchillas.
Como las nubes tu relámpago
Hay en tu rostro interte
algo de geroglífico (de
indescifrable) que a cualquier
instante basta.
Hay en tu rostro algo
que también pasea por tus
manos —hay una renuncia
trágica que no alude a nada.
Y como quien sabe de palabras
se limita a sonreír,
dejas de tu rostro Algo
en las memorias estériles de aquel
verano en que escribías, proponiendo
tus características por horas:
Prefiero ver
que decir.
SOBRE EL EL AUTOR:
Thiago Ponce de Moraes es poeta y traductor. Es autor de Imp.(Caetés, 2006), De Gestos lassos ou nenhuns (Lumme editor, 2010) y Dobres sobre a luz (Lumme Editor, 2016), además del libros de ensayo Remos e Versões (Multifocus, 2012). Posue doctorado en Literatura comparada de la Universidad Federal Fluminense, en Río de Janeiro; y es profesor del Instituto Federal de Río de Janeiro.