
Presentamos tres poemas de Dánivir Kent (Guadalajara, Jalisco, 1987).
Ya
madura el silencio
por el agreste vientre de tus bardas
Quiere
el rayen dormirse
tiemblan sus entrañas
enamoradas
José Larralde
*
Alza el cañón su secreto amurallado
enmarañado en ramificaciones de silencio
encarnación oscura
y palpitante
de un abrazo mineral.
¿Quién
podría enmarcar la “terrible simetría”
del tigre
en la piel estriada del tiempo?
Tiempo convertido en cuerpo:
todo el presente de la piedra.
*
Agua:
flujo insaciable que esculpe
sus oleadas discretas
su ondulante dulzura.
*
Tu mirada
hace lo mismo conmigo que el agua en la piedra
me abre, me horada, me atraviesa
me rompe con sus múltiples, simultáneos
instantes de luz.
*
–Hay ahí un libro–dijo
un orbe de infinitas heridas
expuestas al dolor del tiempo.
El agua, en su amorosa lectura
escribe y descifra –Pero,
¿quién tendría más arrugas y más signos en la muda lisura
de la piel,
el tímido rubor de sus crestas:
los giros violentos
de su insondable intimidad?
*
Paz,
impasible paz
vocal clandestina que intercepta lo “imposible”
y se anuncia en su lugar.
*
Sale el sol por la broncínea faz de la piedra -¿lo ves?
La montaña es también como nosotros, guarda muchos rostros. Sólo en ella todos son al mismo tiempo.
El agua, en cambio, es gesto estremecido de impalpable
transparencia.
Así, el cuerpo
el alma
son un mismo trazo indescifrable.
Guarda silencio.
Que no alcancen a leernos entera /la piel
en su infinito camuflaje–
I
Se quedó allí, acorazado en su nicho de piedra como un Moisés al abrigo de la mano del creador. Se fue cubriendo de papeles cenizos, de arrancadas hojas al azar del libro de los días, absorbiéndose la piel -papel de calca- la fiebre legible del silencio, la rítmica transpiración del pulso,
en saladas libaciones de alquitrán.
Se volvió a mirar. Selló su boca con una frase:
No se puede forzar la llegada de aquello
que siendo
será
II
¿será que a ellos que han logrado en su opacidad, un grado extraño de transparencia, los asalta de frente,
sin filtros ni reservas
la desnuda y mortal
Ausencia
de Rostro?
III
Esa mirada que nos alcanza
antes siquiera
de que lleguemos a alcanzarla
IV
Se quedó allí,
porque podía
porque al más absorbente entumecimiento
sobrevive un hormigueo.
Seguimos aquí:
migramos.
Con el contorno de esa piel que se borra en el asfalto las huellas dactilares,
con los pies ardiendo hasta esfumarse,
somos
auténticos fantasmas.
A cuestas
nos lleva el camino sobre su lomo
resopla, saliva y resuella
agita su marcha y aliento a nuestro paso y ritmo
nos espanta las moscas mientras atusamos sus crines
y lame nuestras sombras saladas
que se extinguen en la arena.
También
otros pasaron por esta piel,
el mismo sudor alimenta un zumbido circular
redondo como la sed
y el silencio ─ Dicen
aquellos que borran un signo
dejan una huella en su lugar. Nunca
damos suficiente
nunca
dejamos suficiente.
Enterramos a los muertos en lugar de ahogarlos
y encontramos otra tierra y otra isla
rodeada de tinieblas.
Sobre la autora:
Actualmente estudia el Doctorado en Filosofía en la UNAM dentro de especialidad de Filosofía de la Religión. Sus intereses giran en torno a las relaciones entre el lenguaje poético y el pensamiento filosófico a través de las rutas traductoras del símbolo. Forma parte del Proyecto PAPIIT IN 402317 “Heteronomías de la justicia: nomadismo y hospitalidad en el lenguaje”, cuya responsable es la Dra. Silvana Rabinovich, y dentro del cual se gestaron también los poemas publicados en este espacio. Ha publicado en diversas revistas literarias como Reverso (2003, 2006, 2011) Atemporia (2008) y Luvina (2015); en antologías como Niños que se tragan la luna (2009) y El viento y las palabras. Renovación poética en Jalisco (autores 1980-200) (2014). Es autora del libro “Caducidad” publicado en 2014 con sello de la Zonámbula editorial. Publicó también recientemente el ensayo filosófico “Fuego en la pupila. Un acercamiento heterónomo a El libro de las semejanzas de Edmond Jabès” en el primer número de la revista Das Questões. Filosofía, tradução, arte.
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